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Dietas que no funcionan

Dietas que no funcionan. Sakina Centro de Terapia

Dietas que no funcionan

Podríamos afirmar que las diferentes dietas existentes en el mercado son eficaces, es decir, que permiten a quienes las siguen adelgazar de manera real. Pero por otro lado, también podríamos afirmar que en realidad, ninguna de ellas funciona satisfactoriamente, ya que no consiguen que se mantengan los resultados obtenidos. Es más, sólo el 10% de los pacientes que optan por una dieta siguen las recomendaciones dietéticas.

Sólo un 10% de quienes comienzan una dieta la continúan.

Como muy bien aclara Giorgo Nardone: “El motivo de que todas las dietas fracasen es que todas se basan en la idea del control, de la limitación y del sacrificio. Así, antes o después se vuelven insoportables porque chocan frontalmente con la sensación en la que se basa nuestra relación con la comida: el placer.” De este modo, no hay dieta que no se enfrente al interminable conflicto entre la voluntad y el deseo de placer. Y esta dinámica conduce al intento de control, que termina haciendo perder el control.

  1. El efecto transgresión: cuanto más me lo prohibido, más lo deseo.

No hay nada más irresistible que una prohibición por transgredir. O. Wilde

Este tipo de dietas están basadas en la restricción de alimentos o en un control nutritivo de la alimentación, consumiendo sólo aquellos considerados buenos, nutritivos o pocos calóricos, desechando y evitando a toda costa aquellos otros considerados como peligrosos o que posean muchas calorías. Pero la decisión de prohibirse los alimentos «peligrosos», lo que conlleva en realidad, es que éstos se vuelvan cada vez más apetitosos, hasta que llega un punto en el que el deseo por consumirlos desborda toda posible barrera o control al igual que ocurre con las crecidas de un río. Y dicha transgresión será directamente proporcional a la prohibición, ya que todo deseo por el mero hecho de reprimirlo se vuele más arrollador.

  1. El efecto condena: el éxito aparente

Como Sísifo condenado a empujar una enorme piedra cuesta arriba que siempre volverá a rodar colina abajo.

Estas dietas permiten la pérdida de esos kilos de más, además de conseguir mantener dichos resultados al menos durante un cierto tiempo. Lo que ocurre posteriormente es la inevitablemente pérdida del control junto a la recuperación de esos kilos perdidos. Además, suelen ser dietas cíclicas, es decir, se pierden y se recuperan kilos: efecto yo-yo.
Lo que mantienen estas dietas es el éxito parcial y a corto plazo obtenido a través de ese esfuerzo titánico para conseguir perder esos kilos. Pero es este inmenso esfuerzo de control lo que con el paso del tiempo se convierte en el motivo de su propio fracaso, de la pérdida de control. Lo que en un momento pudo ser una buena solución termina convirtiéndose con el tiempo en un problema. Además, la constante alternancia entre éxito y fracaso, entre control y descontrol, alimenta la ilusión de que más tarde o más temprano se conseguirán mantener los resultados deseados, con lo que se continua dentro de la trampa.

  1. El efecto evitación: renunciar a las sensaciones para evitar la tentación

Nadie puede vivir sin placer. San Agustín

Esta dieta consiste en sacrificar en nombre de la delgadez todo aquello que pueda ser un peligro, con lo que se renuncia a cualquier tentación y placer mediante el aislamiento y la abstinencia. Se teme que cualquier cesión al placer los lleve al colapso y les haga perder todo aquello que han ganado con tanto esfuerzo.
Además, se trata de un modo de guardar la línea y mantenerse socialmente más deseable. En el fondo, las personas que optan por este camino están obsesionadas en que estar delgadas les permitirá ser más deseados y valorados. Pero paradójicamente, cuanto más rígidos se vuelven en lo tocante a su alimentación, también resultan más secos y carentes de fascinación, ya que si por un lado, pueden ser considerados guapos o en forma, por otro, son percibidos como secos y carentes de algo. Además, a menudo, puede convertirse en el paso preliminar hacia la anorexia, en la que dicha obsesión se transforma en algo incontrolable, en una prisión de la que es difícil salir.

  1. El efecto rebelión: como no lo consigo, me rindo

La única forma de librarse de una tentación es caer en ella. O. Wilde

En este caso, tras una serie de fracasos con las dietas, se renuncia al deseo de ser delgados, abandonándose a los placeres de la comida y la bebida. Además, también se interrumpe la actividad física orientada a estar en forma. Ante la frustración de no conseguir estar a dieta se reacciona compensando dicho fracaso con el placer desmedido.

  1. El efecto de lucha continua: debo consumir más de lo que como

Aquí nos encontramos con personas que practican de manera obsesiva todos los días actividad física con el fin de quemar más calorías de las que consumen en su alimentación. En ocasiones, a ésto se suma también una dieta restrictiva, con lo que la dificultad de mantener dicho esfuerzo todavía resulta más difícil. De este modo, su lógica consiste en que si me excedo comiendo tendré que incrementar mi actividad física. Lo que se convierte en una paradoja, ya que a mayor ejercicio más como, y cuanto más como, más ejercicio hago. Normalmente, en estos casos se alcanza un punto de ruptura en el que se produce un cese de la actividad física que produce una ganancia de peso rápida junto a una sensación de derrota.
Además, en muchas ocasiones deriva en lo que se conoce como exercising. Un trastorno obsesivo-compulsivo en el que existe una obsesión por realizar cualquier tipo de ejercicio físico en el que se quemen muchas calorías. E independientemente del esfuerzo que requiera el ejercicio físico es seguido de una dieta restrictiva o inmensas comilonas.

  1. El efecto hidráulico: si como demasiado, vomito

En el goce, a menudo, placer y disgusto se unen. F.Bacon

La solución puesta en práctica en este caso es vomitar la comida después de haberla ingerido y degustado, lo que permite disfrutar de la comida sin engordar o incluso adelgazar. El problema es que dicha solución se termina transformando en una irrefrenable compulsión, en un ritual placentero en el que la persona se ve atrapada como por un demonio.
Se trata de una de las trampas más peligrosas que existen, a causa de que vomitar es una buena solución inicial, además de eficaz y fácil de llevarla a la práctica, ya que requiere mucho menos esfuerzo que ponerse a dieta. El problema está en que enseguida aparecen sus pésimos efectos. Además, el organismo reacciona contra el vómito reteniendo todo lo que pueda sin seleccionar que clase de alimentos sean, lo que conduce a una ganancia de peso con más rapidez y menos comida que lo habitual. Y lo más peligroso de todo, se aumenta el riesgo de intoxicación con los consiguientes trastornos digestivos.

  1. El efecto delegación: la pastilla milagrosa

Dicha solución es la elegida por aquellas personas que sienten que tienen una voluntad débil, o que se sienten derrotados o se han rendido. Buscan soluciones que no requieran esfuerzo delegando en algo externo a sí mismos lo que sólo puede ser conseguido bajo su responsabilidad y esfuerzo.
Aquí entra en juego la oferta publicitaria de la industria farmacéutica y cosmética. Y en muchas ocasiones, muchos de estos productos son engañosos ya que prometen algo que no son capaces de dar. Pero en particular, existe un tipo de producto que además es peligroso, los anorexizantes. Se trata de sustancias que reducen el apetito a la vez que producen en el organismo un efecto de hiperexcitación. Ello puede tener efectos peligrosos sobre el estado de ánimo, ya que muchas veces, se tratan de anfetaminas, que también pueden provocar dependencia. Además, si bien, en un principio se podría conseguir la tan ansiada pérdida de peso, la alteración anímica posterior aumenta las probabilidades de una pérdida de control de la alimentación. Además, los fármacos en vez de ayudar a las personas a desarrollar sus propios recursos, su autoestima, incrementa el sentimiento de incapacidad personal. Se podría afirmar, que este intento de delegación es la solución más devastadora de todas.
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